miércoles, 29 de diciembre de 2010

60 y ocho.

Mucha, muchísima gente en filas, esperando, pidiendo y rogando anestesiarse para calmarse y disfrutar, inyecciones para el placer y un par de pastillas de percepción. Hundiéndose entre calles laberínticas, ventanas iguales -miles de ventanas iguales- te gritan sus deseos con vehemencia, se violentan al crecer sus dolores. Arañan las puertas y rompen los vidrios hasta que el gas liviano y celeste que les cae encima de sus hombros los relaja. 
Comenzaron a sonar las alarmas y se van agolpando los comunicados, hasta que cientos de voces exaltadas, contando historias nuevas, se superponen y se gritan entre ellas. ¡Urgente! ¡El cielo se cayó, nos atacan llamas de fuego voladoras! ¡Nuestras masas encefálicas se derriten y ustedes están condenados; ya están muertos! ¡Nuestro líder omnipotente ha muerto!

1 vaso/s de agua:

CAPÉ; dijo...

wow... me gusta mucho, sobre todo ese toque final.
Saludos!