sábado, 22 de enero de 2011

-7-0-

Tengo tres amigos con rulos. ¿O cuatro?...¿Cinco?. Una, dos, tres grullas en tierra. Dos grullas flotantes.Varios animalitos de ojos vacíos y entrañas de plástico intentan mirarme desde los estantes. Muchos lomos de libros, una cifra de tres dígitos, y una mente devorándolos. El arte de otras personas guardadas en cajones que no saben que existen y no sabrán que existen, y sólo los tocan mis manos temblorosas, abrumadas por no poder abarcar tanto, no llegar a tanto. Demasiadas imágenes. Vasos vacíos, platos con migas. Treinta calles para recorrer con cientos de objeciones inescuchables para percibir. Barcos navegando en deshechos invisibles y tóxicos. Insultos anónimos. Vos, yo, ella, ellos, arena, escenarios, música que abarca. Ustedes, los demás, espectadores irreales y mecánicos que se sientan a esperar lo exterior.

martes, 11 de enero de 2011

¡69! ¡Oh!

Intentando calmar nuestras cabezas explosivas, tal vez explotadas.
            Una estampida de animales salvajes.
                         Una aplanadora.
                                     Dos toneladas de cemento.

Sobre nuestras cabezas, sobre nuestras cabezas, sobre nuestras cabezas.
Estallido mortal. Un bramido de olas mecánicas. Un cerebro a punto de fenecer. Sin armas, desnudos a la intemperie del destino, y nuestra cabeza que estalla, explota y se desarma y sólo queda un reflujo de cosas que no pudieron ser porque sufrieron un suicidio no planeado.
Se agazapa. Luego se levanta y se marcha, el animal salvaje.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

60 y ocho.

Mucha, muchísima gente en filas, esperando, pidiendo y rogando anestesiarse para calmarse y disfrutar, inyecciones para el placer y un par de pastillas de percepción. Hundiéndose entre calles laberínticas, ventanas iguales -miles de ventanas iguales- te gritan sus deseos con vehemencia, se violentan al crecer sus dolores. Arañan las puertas y rompen los vidrios hasta que el gas liviano y celeste que les cae encima de sus hombros los relaja. 
Comenzaron a sonar las alarmas y se van agolpando los comunicados, hasta que cientos de voces exaltadas, contando historias nuevas, se superponen y se gritan entre ellas. ¡Urgente! ¡El cielo se cayó, nos atacan llamas de fuego voladoras! ¡Nuestras masas encefálicas se derriten y ustedes están condenados; ya están muertos! ¡Nuestro líder omnipotente ha muerto!

domingo, 26 de diciembre de 2010

CINcuenTA y SIEte

Me tiro y
                  me giro
y se gira.
                  Y se
convierte
                       en algo
                         que
    no
                               es.
En su opuesto,
                         tal
                         vez.
Figuras
                      que chocan
en mi
cabeza,
                             cuando
no
                   me doy cuenta
y se
                          entrelazan
y se convierten en una.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Cincuenta y ¡6!

Toda esa gente, tirando sus palabras a la nada, vaciando sus miradas, buscando sentir sensaciones olvidadas, junto con recuerdos vividos hace tanto que son de alguien más, alguien que desde el otro lado del mundo aparta su mirada sin entender qué ocurre.
¿Cuándo estás conmigo?
     ¿Cuándo estás conmigo?
           ¿Cuándo estás conmigo?
Toda esa gente baja la cabeza y se siente sola; siente la flecha dolorosa traspasando el cuerpo, deteniéndose en sus intestinos.
¿Con quién estoy?
     ¿Con quién estoy?
          ¿Con quién estoy?
Apesadumbrados, siguen su camino, con sus pies temblorosos y su cabeza colgando en sus rodillas, llenos de miedo en los pulmones, en las manos que parecen limpias pero están llenas de polvo, tierra, sangre... Miedo, a que su sombra los persiga en la oscuridad y a nadie le interese estirar una mano. Miedo. Crece el miedo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

5 y otro 5.

Caen sin parar las gotas hasta que, irremediablemente, se encuentran en el suelo, se acomodan, se expanden, se vuelven imborrables aunque se borren.

El sangrado no para. Los transeúntes confundidos como niños que agotaron su imaginación durante la tarde, intentan detener el sangrado; lo atienden de manera desesperada,
                                              agolpeándose a su alrededor,
                                                        chocándose,
                                               compitiendo
por ver quien heredó la solución más original para detener la hemorragia de lo que se escurre pero tiene que estar dentro de venas.

Su ropa. Su ropa roja. Su grito rojo. Su pedido rojo.
     
                                                           Se escurre
                                                              el rojo
                                                         y no se puede
                                                             parar más.
                                                  Aunque no quiera su rojo.