martes, 11 de enero de 2011

¡69! ¡Oh!

Intentando calmar nuestras cabezas explosivas, tal vez explotadas.
            Una estampida de animales salvajes.
                         Una aplanadora.
                                     Dos toneladas de cemento.

Sobre nuestras cabezas, sobre nuestras cabezas, sobre nuestras cabezas.
Estallido mortal. Un bramido de olas mecánicas. Un cerebro a punto de fenecer. Sin armas, desnudos a la intemperie del destino, y nuestra cabeza que estalla, explota y se desarma y sólo queda un reflujo de cosas que no pudieron ser porque sufrieron un suicidio no planeado.
Se agazapa. Luego se levanta y se marcha, el animal salvaje.

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